miércoles, 1 de diciembre de 2010

El virus del miedo

Le otorgo la palabra: en esta instancia no particular, nos mencionan que no debemos usar máximas universales, pues claro el 'siempre' y el 'nunca' son frecuentes en conflictos y son pasados a llevar peor que los derechos humanos y animales, esto nos complica la existencia, las promesas se cumplen o no, por esta base, nos hacemos una idea de una persona a partir de su comportamiento diario, pero cambiamos frecuentemente según el contexto.
- Quiero controlar 'todo', predisponerme (es inevitable) y ver las consecuencias, los pro y los contras, que al pensarlo y des-pensarlo posteriormente se vuelve todo como lo quiero ver, en si, no deseo que resulte por x motivos, por eso, he creado una nebulosa que me permite evitarlo con el disfraz de no querer hacer daño, pero más que eso, mi auto-protección o el que dirán.
La vida no siempre resulta acuerdo a lo que lo planteamos, a lo que deseamos, como la idealizamos, las instancias al ser 'reales', por así decirlo, en presencia de otros, son completamente diversas, el blanco y negro, no son los únicos colores.


Lo amaban, ni más ni menos, 
y se sacaba cada mañana 
las espinas del sueño
Juraba y maldecía 
y se enredaba en la alambrada 
de la mansa rutina

Vivía como tú o como yo. 
El viernes por la noche 
iba a buscar a su amor. 
Fumaba tranquilo, 
planeaba la semana 
y ella le arrancaba el cigarro 
y lo besaba. 

Y un día lo mordió el virus el miedo
Entendió que las mujeres 
nunca tienen dueño. 
Y temió que ella marchase, 
que se agotase el manantial 
sin un por qué.

Venció el miedo y faltó a la última cita, 
no descolgó el teléfono 
que aullaba en la mesilla. 
Y el temor a la derrota 
lo agarrotó como un calambre, 
sin un por qué. 

Una parte de nosotros dice que sí quiere
estar allí, totalmente y sin restricciones; y otra parte nos
alerta sobre los peligros. Un pie en el acelerador y el otro
en el freno, al tiempo. Obviamente, el motor se recalienta y
el organismo incrementa significativamente su nivel de
estrés debido a una contradicción fundamental entre el
principio del placer (lo que me gustaría hacer) y el principio
de la realidad (lo que me conviene hacer). [ Los Límites del Amor - Walter Riso ]

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